Primer peldaño: Conectarse es algo más Para entender los sucesivos usos que se han ido configurando en internet en los últimos años es bueno partir, aunque sea brevemente de los orígenes de la web. Cuando navegamos a la búsqueda de información, utilizamos el correo o leemos un “blog”, es conveniente que seamos conscientes de que, en sus orígenes, cada uno de estos usos, junto con algunos otros, exigía una aplicación propia. Como sabrán los que vivieron activamente esa época de internet, uno manejaba diferentes programas para consultar la Sorbona de París (Telnet), gestionar el correo (Eudora, por ejemplo) o chatear (mIRC ). En esos momentos, un uso más que surgió con su programa propio para acceder fue la World Wide Web, o más amistosamente, la web. Pues bien, la web resultó ser tan fácil de uso, tan comprensible para buena parte de la población que en pocos años fue absorbiendo todos los demás usos. Muchos habrán vivido la transición del uso de programas de correo “exprofeso” por correo web y, de ahí, al uso de cuentas de correo gratuitas en la web: Hotmail, Gmail, etc. Los usuarios decidieron que se quedaban con la web. Con esto, quiero incidir en que la web, un particular uso de internet, ha ejercido una función integradora que ha hecho que prácticamente todas las otras funciones que se repartían entre otras muchas aplicaciones, hayan pasado a ser diferentes modos de utilizar la misma web. Del mismo modo que los usuarios fueron quienes, de forma colectiva pero no consciente, modificaron el curso de la historia de internet, ser un usuario activo, enterado y conocedor de la tecnología que está manejando hará de cualquiera un usuario influyente en el futuro de las redes.
Segundo peldaño: confianza
Subir a este peldaño significa estar dispuesto a terminar con ciertos recelos. Como se viene comprobando a lo largo de la historia, cada nueva tecnología trae consigo una serie de riesgos frente a los cuales se sitúan tanto aquellos que tienden a magnimizarlos, como los entusiastas que a veces pecan de exceso de confianza. Pasado un tiempo, cuando la tecnología en cuestión deja de ser coto exclusivo de un grupo de privilegiados, es el momento de poner cada cosa en su sitio, valorar las ventajas y minimizar los riesgos que pudieran derivarse de su uso. Por supuesto que sin los valientes que confiaron en ellas, el desarrollo probablemente no sería tan veloz, pero también es cierto que sin las llamadas de atención de los prudentes, se descuidarían los puntos débiles.
Tercer peldaño: participación
La participación real, activa, sin embargo, exige algo más. Se dice que los individuos se sienten participantes cuando se implican. Mientras que el nivel anterior se parece más a ser simplemente un individuo sociable en la más clásica acepción de la expresión, ahora estaríamos hablando de alguien comprometido. Una cosa es ser amable por los pasillos, hablar en la cafetería o prestar un libro cuando sale a colación a un conocido, y otra, que supone un mayor nivel de implicación, aplaudir y apoyar una buena iniciativa, criticar en el nivel adecuado una acción o promover una causa. La red se ha mostrado en los últimos años, es decir, en la medida que hemos conocido mejor su potencialidad, como un medio idóneo para promover la alta implicación de individuos y grupos. Ya sea en el plano educativo, con iniciativas sumamente variadas y enriquecedoras, en el religioso o en el político, la web ha servido para aglutinar esfuerzos, encauzar iniciativas e incluso alertar a la sociedad de hechos poco visibles para el gran público. Todo usuario tiene la capacidad de influir a diferentes niveles y depende de él mismo y su destreza en la red. Situarse a este nivel de “alfabetización digital”, un nivel que con certeza es deseable para aquellos que quieran estar presentes en los lugares donde la opinión se construye, se requiere un mínimo de perseverancia y esfuerzo. La curiosidad que mencionábamos más arriba debe convertirse ahora en una actitud proactiva. No bastará con descubrir que algo existe o puede realizarse, es necesario aprender a utilizarlo adecuadamente y estar presente para que su uso no decaiga junto con el entusiasmo de la novedad.
Cuarto peldaño: actualización
A pesar del optimismo con que trato de animar a los usuarios de diferentes niveles a utilizar la web como una herramienta de primer orden en la comunicación, aprendizaje, concienciación, etc., no se puede negar que en la medida que subimos en el nivel de uso “estar en todo” va resultando progresivamente complicado. Es posible que debido a esto, y dado que en la red casi cualquier necesidad que uno perciba es compartida por miles o millones de usuarios, en los comienzos de esta nueva etapa de la llamada web 2.0 o web social han surgido usos destinados a la optimización de los recursos o al aumento de la eficacia en su gestión. Desde los buscadores de blogs para estar al día de las corrientes de opinión, como Technorati, hasta los agregadores de noticias, basados en los canales RS o de sindicación de fuentes, se estima que cada día se crean decenas de miles de nuevos blogs y se escriben casi dos millones de artículos o posts. Solo una gestión eficaz de esta información, y con la colaboración de toda la comunidad internet para llevarla a cabo, puede hacer que accedamos a información ajustada a nuestras necesidades y con un mínimo de calidad. Todos hemos tenido alguna vez la frustrante experiencia de encontrar varios millones de páginas relacionadas con los términos escritos en un buscador. Por supuesto, y gracias a esta evolución auspiciada por tantos usuarios de internet y su espíritu netamente colaborativo, hay modos mucho más razonables de mantenerse al día sin necesidad de invertir demasiado tiempo.
Quinto peldaño: ubicuidad
¿Cuántas veces hemos salido de casa con el pendrive equivocado, sin grabar el documento que necesitábamos o con una versión anterior del trabajo que estábamos escribiendo? A mí, con este texto que estoy completando a lo largo de varios días, no puede ocurrirme: no lo llevo en mi disco duro portátil ni necesito estar en casa o en el despacho para continuarlo. El documento permanece almacenado en la red y es ahí donde lo completo y reedito en los momentos que le dedico. No, para los más reticentes, no hay riesgo. Por supuesto que nada es absolutamente seguro en la red (como tampoco fuera de ella) pero creo que es ajustado pensar que nadie va a invertir el tiempo y dinero que se necesitan para acceder a un contenido que no le va a llevar a adelantarse en el mayor descubrimiento científico del siglo ni a ganar una fortuna. La seguridad y privacidad que cada uno damos a nuestras cosas debe ser proporcional a su valor, confidencialidad o inversión de tiempo que nos supondría su destrucción. Es por esto que multitud de usuarios de internet han cambiado de actitud en los últimos años y son más proclives a utilizarlo para realizar, guardar o emitir la información que producen en su cotidiana actividad. Como indicaba, este texto está siendo escrito en un procesador on-line y, en esta ocasión, por una sola persona. Del mismo modo, son muchos los grupos de compañeros, equipos de trabajo, componentes de asociaciones que utilizan este recurso (yo mismo lo hago también frecuentemente con el resto de miembros del laboratorio donde trabajo) para escribir en equipo, diseñar en colaboración, planificar o completar entre todos los participantes un orden del día para una reunión.
Sexto peldaño: movilidad
Unas semanas atrás tenía que acordar una cita con D. Antonio, un viejo profesor ya casi octogenario. Se quejaba de su memoria cada vez más débil y pedía disculpas por tener que apuntar el día y el asunto en su “calculadora”. Sacó del bolsillo de su chaqueta una de aquellas agendas electrónicas que hicieron furor a mediados de la década pasada y tomó nota. Su nieto adolescente le miraba como si se tratase de un dinosaurio recién escapado de la famosa película “Parque Jurásico”. Aprovechaba miradas de reojo para buscar en mi cierta complicidad ante tamaño anacronismo. Aparte de que me pareciera toda una lección de consumo responsable el que un “gadget” electrónico aún tenga una durabilidad de más de diez años cumpliendo la función para la que fue creado, el momento me hizo repasar la evolución que, en tan pocos años, han seguido los dispositivos portátiles que nos han acompañado en los últimos años.
Séptimo peldaño: construir
Entendiendo que la red nos impulsa a nuevos modos de comunicación social, la mención de los espacios de interacción no es casual. Cuando no nos limitamos solo a utilizar la web como canal sino que pretendemos construir un medio, un entorno en el que la comunicación tenga lugar, definimos un espacio de interacciones. En un blog, el creador “postea” y los lectores pueden comentar. Los artículos estarán dirigidos al público al que pretenden llegar, con su lenguaje y el tono debidos; los lectores pued
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